“La vida es una caja de bombones”, decía uno sentado en un banco, otro decía “el fútbol no es una cuestión de vida o muerte…es mucho más que eso” Yo he vivido las dos frases a la vez, “la caja de bombones es mucho más que una cuestión de vida o muerte”.
Lo había visto por la tele, lo había visto en los periódicos, en documentales, en la radio, y también había escuchado los cánticos mil veces…pero como vivirlos no hay nada. No encontraba el momento de escribir esto y de que se me vuelvan a poner los pelos de punta al recordarlo. Quería contaros el por qué, a pesar de mi instinto racional, he llegado a entender el colapso de una ciudad entera por causa del fútbol. Tardé en articular palabra 45minutos después de entrar de la emoción contenida así que los que conocéis y sufrís mi incontinencia verbal os podéis hacer una idea de la inmensidad emocional. Cuando estás en la bombonera los pelos se te ponen de punta, sientes que la gente está allí viviéndolo y desviviéndose, y no me refiero a estar sentados con un puro viendo el fútbol y llamando maricona a Guti o borracho a Tristán. Aquí si insultas a un jugador de Boca, te cortan la cabeza, rápido y simple, “o venís a alentar” o no “venís”. Y si vas a alentar, vas a alentar desde que entras, hasta que sales, independientemente de lo que dure el partido, los “ultras somos todos” cada cual está más loco, cada cual grita más, salta más, da más, suda más, se desvive más, trepa más por la reja y se le pone más sangre en los ojos. Cuando sale Boca a la cancha, no importa nada, no importa que tu mujer no te quiera, no importa que seas pobre o rico, ni que llueva, ni que haga Sol, ni que tengas hambre o que te estés muriendo, ni siquiera importa que tengas “laburo” al día siguiente o que tu jefe te grite, ni lo que tengas que hacer, que te escapes de casa, que hayas colgado un examen por llegar a la cancha. Cuando Boca sale al césped no hay papeles ni roles, todos somos el jugador número 12, eso es un infierno para el equipo visitante y para el árbitro, un infierno, un infierno de 49.000 personas legales, pero que llegamos a ser 60.000, cuando Boca sale, la bombonera vibra, tiembla el suelo, literalmente, se mueve el estadio. Pero esto no importa, ni seguridad ni nada, son cosas secundarias y digo secundarias porque lo he vivido y sé que a la mayoría de ellos les dices que hay peligro de que el estadio se caiga, e irían igual, a nadie le importa morir allí. No es la capacidad lo que impresiona, en ese estadio en sí, las almas salen por las bocas gritando, es un infierno lo inclinado que es, es la bombonera, parece una caja, estás encima del campo, es intimidatorio. Es tal la emoción acumulada y vivida que he tardado días en volver a dormir normal si me acordaba de esto antes de meterme en cama, no exagero, es superior.
El partido era en cuestión el último de la primera fase de la Copa Libertadores, obvio que jugábamos en casa. Necesitábamos meterle 4-0 a Maracaibo para no depende del otro partido. Yo creo que nadie, nadie, nadie de ese estadio, dudó en que se conseguiría, ha sido como vivir un Coruña-Milan (si bla bla bla bla…ese día) pero en la Bombonera y sin aficionados al Coruña que van a Riazor a ver al Milan, así que imagínense, al final se consiguió la clasificación y lo que allí explotó no se puede contar con palabras, os cuelgo la foto, porque después de mil años intentando subir el video a algún soporte me ha sido imposible.
PD: Vivencias de hace un año…intercambio en Buenos Aires